domingo, 28 de septiembre de 2014

Soy parte del ecosistema:



La mejor época de mi vida es, sin duda, ésta.

Tengo un rol en el mundo, estoy acá para algo, es un descubrimiento que hice una vez que limpié mi cabeza de lo que yo mismo me imponía, probablemente producto de mi cultura y también de mis elecciones.

Dejé de lado todo lo que conseguía a base de energía y esfuerzo, y que no era más que producto de mi mente.
Dejé a un lado todo lo que no tenía que ver con mi SER, o con mi instinto.
Dejé de servir a mi cabeza y sus construcciones.
Dejé la convicción de que todo lo que pudiera crear mentalmente y razonadamente, eran las mejores y mas acertadas opciones para mi.

Mi instinto estaba aplastado por mi razón, la cabeza no era una herramienta para mi, sino que era el “jefe” del cual yo era una especie de esclavo.

Aún cumpliendo con todo lo que correspondía a una vida buena, (según mis dictámenes), no se veía reflejado en la satisfacción y bienestar, que se supone debería sentir.

Hoy las cosas son muy diferentes, y, a base de introspección, trabajo personal, momentos a solas conmigo mismo (muchas veces en la naturaleza), charlas con personas que considero sabias, y una actitud de humildad donde no pretendo tener la razón en nada, pude experimentar y conocer cual es mi rol.

Si bien hace tiempo que tengo claro que mi visión del mundo es: “Un mundo de amor, pasión y libertad” hace relativamente poco que sé con certeza que mi rol es el de simplificar las cosas a los ojos de los otros, desdramatizar conflictos, empoderar al otro, hacerlo llegar a donde le corresponde llegar, mostrarle que no hay que ser un genio para lograr objetivos, transmitir que realmente no nos hace falta mucho para llevar una vida feliz, cargarlo de ganas de ir por mas, etc

Un día vi un mural  con dibujos de frutas, muy alegre y colorido que decía “dedicado a nuestros clientes” eso solo me bastó para entender que detrás de eso había una persona cumpliendo su rol de manera alegre. Era la verdulería de Darío en Avenida Lacroze sobre el nuevo viaducto, a metros de la estación Colegiales del tren. Él cumple su rol de manera alegre y al parecer sin cuestionarse.
Hace lo suyo con amor y dedicación, y sobre todo con una cara sonriente.


En una de esas tardes que paso en el Tigre remando, me di cuenta que cumplir mi rol me hace feliz, y me di cuenta también que muchas veces pensamos (e inventamos) cual es el rol mas “groso” para ocupar y hacemos todo para alinearnos y cumplir con ese pensamiento.
En definitiva eso no deja de ser un acto de egoísmo.

Me di cuenta que debo honrar el rol que se me regaló y que eso me va a hacer feliz, y que desoírlo no es justo ya que es ese rol en el que más brillaré y con el que mas iluminaré.

Solo así formo parte del ecosistema, y ese es en definitiva mi camino a la felicidad.

No puedo imaginar a una planta sabiendo que su tarea es la fotosíntesis, simplemente eligiendo hacer otra cosa.